A veces no está de más tenerlo todo previsto. Planear las cosas con antelación. Prevenir antes que curar y saber qué, cómo y cuándo. Sí, todo eso está muy bien. Pero, al menos en mi caso, los mejores momentos son los improvisados. Caminar sin saber adónde vas, si es que vas a algún sitio, y no preocuparte. Muchas veces me he dado cuenta al rato de que, hablando y hablando, me he equivocado de camino. A veces alguién te hace desconectar tanto del mundo que dejas de preocuparte si sigue girando, aunque simplemente sea por un rato. Y cuando te ocurre, y te das cuenta, te ríes y vuelves atrás pensando lo idiota que estás, o simplemente, sigues caminando pensando "quélevamosahacer!". Me encanta esa sensación, como si el reloj dejara de contar segundos, minutos, horas. Que pierdas el bus y te encuentres con alguien a quien no veias hace años, que se te pase una tarde entera sin darte cuenta recordando, cuando lo que querías hacer era otra cosa más "útil". Como cuando cocges el tren sin saber exactamente donde vas, ni que te vas a encontrar cuando bajes. Pensar sobre la marcha. Al fin y al cabo, la vida entera es una gran improvisación. Puedes planear, pero en un segundo todo puede dar un vuelco. Es como una lotería. Y es verdad eso que dicen, que nunca ganarás si no apuestas. Que no se gana algo grande, si no se está dispuesto a perder algo pequeño.
Vetusta Morla, Copenhague:
http://www.youtube.com/watch?v=Mw2cy_7rWF0&feature=player_embedded#
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